Y al que le moleste...

Recordaba estos días aquel momento de hace ya 5 años, cuando regresamos a casa con Mario del hospital. Ya de noche, nos acostamos pronto intentando tener una pequeña tregua en la vorágine, exhaustos supervivientes del naufragio.

De repente, en el silencio de la noche, un estruendo sonó en la minicuna. Mario se había tirado un pedo mayúsculo, de adulto, como el sonido que hace el músico cuando desatranca la trompeta.

Parecía decir: "Ya estoy en mi casa. Y al que le moleste, que se joda". Era una declaración de intenciones y nosotros supimos desde ese instante quién era nuestro hijo.

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