Derecho a ser individuos

¿Cómo es ser padre de un niño con discapacidad intelectual? A menudo no tengo respuesta para esta pregunta, porque dentro de mi casa la discapacidad intelectual no existe. En mi casa vive Mario, que es mi hijo. Podría contar muchas cosas de él: es listo, muy muy muy gracioso, bastante cabezota, le encanta jugar y sobre todo la música. Ah, y también tiene síndrome de Down. Pero dentro de casa esto es poco importante: él juega con su hermano, lee cuentos con nosotros, da saltos sobre la cama.

Va más despacio en sus avances, pero avanza y aprende. Y sobre todo tiene un montón de cualidades y características por ser él quien es, Mario, independientemente de su síndrome de Down.

¿Por qué digo esto? Porque en los últimos años estamos viviendo grandes avances del colectivo de personas con discapacidad intelectual. Gracias al esfuerzo de padres y madres, educadores, asociaciones, y de los propios discapacitados, el respeto a estas personas crece y la idea de su necesaria inclusión en la sociedad es asumida por más y más gente. El colectivo se hace más fuerte y más presente.

Pero en este camino evolutivo queda aún por conquistar, quizá, una parcela que parece natural para cualquier persona: el derecho a su propia individualidad; a ser Mario, Ana, Héctor, Gloria, Jorge. Cada cual con su carácter, con sus aptitudes, inquietudes y necesidades personales e individuales, más allá del síndrome de Down. Con frecuencia la discapacidad intelectual te convierte en una "persona genérica": fulanito el que tiene síndrome de Down. Sin embargo ellos son personas individualizadas con sus talentos, cualidades y defectos, como cualquier otro.

Precisamente que personas con discapacidad destaquen en disciplinas artísticas o de otro tipo puede llevarnos al siguiente paso del colectivo: ser apreciados e incluidos como personas autónomas e individuales, más allá de las etiquetas. Ellos son muy especiales pero también son únicos, como tú y como yo.