Educación Especial sí o no: un debate creado artificialmente

Creo que partiendo de la legítima (pero no sé si justificada, a tenor del literal de la nueva ley) inquietud de los padres cuyos hijos están escolarizados en centros de educación especial, se está generando un debate en la sociedad en el que, como siempre en España, la gente se tira a la piscina sin pararse a obtener un poco de información sobre el tema.

Me refiero a esa tendencia que observo en aumento a decir, por parte de terceros, quiero pensar que bienintencionados, que "los niños con discapacidad intelectual donde mejor están es en centros de educación especial porque atienden todas sus necesidades, etc.". Y esto, dicho desde la generalización, no es así. De hecho es justo lo contrario. El avance hacia una educación inclusiva de todos y todas en centros ordinarios era algo que hace, no sé, dos años cuando escribí este post adjunto me parecía algo tan asumido y con tanto consenso, que parecía innecesario debatirlo.

Se está generando además un debate sobre un cierre de los centros de educación especial (que no se va a producir) cuando el problema de fondo en la escolarización de niños con discapacidad intelectual es justamente el contrario: cada año, cientos de niños en España, a través de los dictámenes de las administraciones educativas, son "invitados" a salir de la escuela ordinaria para pasar a la educación especial, o a las "aulas abiertas" de los centros ordinarios, las más veces al margen de la opinión de sus propios padres, circunstancia sobre la que la ONU ha advertido varias veces a España. Una consecuencia por ejemplo es que ya no van a poder titular, a pesar de pasar todo el ciclo formativo, ni aunque demuestren que se lo saben todo.

Evidentemente la educación especial (si vamos al concepto) es necesaria para nuestros hijos: en dos vertientes, primero como apoyo y adaptación en los centros ordinarios para que nuestros hijos tengan la oportunidad de formarse; no en igualdad de capacidades, pero sí en igualdad de relaciones, socialización y oportunidades que sus compañeros sin discapacidad. Y segundo en los propios centros de educación especial para aquellos casos en que las limitaciones cognitivas o de otro tipo lo hagan imprescindible. Es decir: la educación especial va a seguir existiendo ahora y siempre, la pregunta es dónde y bajo qué premisas y condiciones.

Desde que nuestros hijos nacen nos enfrentamos, en múltiples ámbitos (no solo el educativo), a la disyuntiva entre "que estén con el resto (de niños, de adultos, de compañeros de trabajo)" o "que les hagan cosas (que les cambien el pañal, les proporcionen fisioterapia o logopedia en el centro educativo, tengan apoyo en el trabajo)". Pero esta es una falsa disyuntiva, porque no se trata de cuestiones contradictorias, sino de medios para cumplir un derecho humano y dónde están esos medios y cómo se implementan. Los centros de educación especial tienen que seguir existiendo, pero en mi opinión, como elemento de cierre y garantía del sistema educativo, y en ningún caso como vía preferente para la escolarización. Esto es algo que tienen claro todos los países avanzados pero, es más, es que hay evidencias empíricas de que la inclusión ofrece mejores resultados, y si no los ofrece aún mejores es porque el sistema no tiene los medios para ello, y habrá que trabajar para que los tenga. Pero por favor, que nadie diga "los niños discapacitados (así en general) están mejor en el centro especial porque el ordinario no tiene medios"; o "es que en un centro ordinario les van a hacer bullying". Porque esto nos retrotrae al pasado, cuando la marginación era una derivada de la necesaria sobreprotección; y si esto es así, entonces vamos a concluir que un discapacitado motórico en silla de ruedas no vaya al colegio ordinario, ya que no tiene medios para la accesibilidad (lo cual era la cruda realidad hace décadas), o que quien sea homosexual vuelva al armario y sea discreto porque hay bullying.

Yo para los políticos sólo tengo una petición: que por favor no toquen de oído, que por una vez se lean la partitura. Y si hablamos de mi hijo, mi hijo no es ni de izquierdas ni de derechas, ni el objeto político con el que jugar como arma arrojadiza a izquierda o derecha. Es un SUJETO DE DERECHOS, que le reconocen en primer lugar la Declaración Universal de Derechos Humanos, en segundo lugar la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, en tercer lugar la Constitución Española y en cuarto las leyes que la desarrollan, entre ellas las de educación. Y si alguien lo que piensa es que España debería denunciar y salirse de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, que lo diga y lo incorpore a su programa electoral, que ya lo tendré yo en cuenta cuando vaya a votar.

Por centrar el debate para quien no está en él: el debate no es si la educación debe tender a la inclusión o no, que es un debate ya superado hace décadas. El debate es cómo de especial tiene que ser la educación especial, y aquí según cada caso hay posiciones y perspectivas que pueden ser distintas, pero que se pueden acomodar y consensuar porque en el fondo la lucha de fondo es la misma: que nuestros hijos estén presentes en la sociedad porque es su derecho, y entre todos tenemos que arrimar el hombro para que se haga realidad.

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